Los italianos cuentan que
fueron los romanos los que descubrieron la saponificación a partir de los
restos de cenizas y sacrificios animales, que lavando en las aguas río abajo
las ropas quedaban más limpias.
Los franceses cuentan
que fueron sus druidas, a partir de grasa de carnero y cenizas, los que creaban
un ungüento a fin de teñir sus cabellos, que este tenía propiedades detersivas
y derivó en el jabón.
Pero ya mucho antes se
utilizaban álcalis naturales como el natrón o la potasa procedente de cenizas
con fines de blanqueo y tratamiento de tejidos. Se supone que fueron los
fenicios los que difundieron la utilización de esos productos alcalinos
antecesores del jabón.
Las primeras noticias
que tenemos de la elaboración del jabón tal y como lo conocemos proceden de los
árabes que lo introducen en Europa a través de al-andalus. Parece ser que la
primera gran industria jabonera la implantaron los árabes a finales del siglo
XI en Sevilla, en la calle Castilla. Denominaban a estas fábricas almonas.
Más tarde los
cristianos extendieron la buena costumbre de lavarse, muy rentable por otra
parte, a otros países, instaurándose en Marsella (Francia) y Génova (Italia).
En algunos reinos, como en el castellano, era patrimonio del Rey la producción
de jabón y todo el que lo quería fabricar, utilizar, transportar o vender le
pagaba impuestos por ello.
Posteriormente se
extendió por toda Europa y cobraron importancia las producciones inglesas y
alemanas, siendo estas últimas consideradas las de mejor calidad a finales del
siglo XVI.
Ya a finales del s.
XVIII, animado por un concurso público, Leblanc descubre el método para obtener
sintéticamente el carbonato sódico lo que hace que la industria jabonera
prolifere y mejore bastante. A partir de ese momento el arte jabonero se
convierte en industria y tanto Leblanc como Solvay desarrollan métodos para
obtener sosa cáustica con lo que el proceso es aun más efectivo. A principios
del s.XIX Chevreul determina la naturaleza de las grasas lo que da pie al
perfeccionamiento de la producción del jabón.
Con las grandes guerras
en el siglo XX escasean las grasas tanto animales como vegetales y se elaboran
otros productos sustitutivos del jabón. Los conocemos generalmente como
detergentes. Desde entonces, fundamentalmente por su rentabilidad, se han ido combinando
jabones con detergentes incluso hasta su sustitución total.
Las ventajas que aporta
el jabón natural son fundamentalmente un tratamiento más suave para la piel y
su biodegradabilidad.
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